miércoles, 30 de noviembre de 2016

Sobre las muertes que se celebran.

"La vida es deprimente, he decidido dedicar mi vida a meditar sobre ello". Shopenhauer es sin duda uno de los más grandes maestros en pesimismo y me declaro enamorada de su pensamiento. Justo ayer vi un film de Woody Alen en donde el protagonista es un profesor de filosofía el cual habita el mundo desde un pesimismo radical, su ocupación además de impartir cátedra, es la de escribir un texto sobre Heidegger y el nazismo; este detalle me fascinó pues lo menciona como en un tono de ironía en el que expresa " oh si otro texto sobre Heidegger y su nazismo" si, viniendo de un director judío me pareció maravillosamente trillado. El personaje en cuestión, recobra resignificar su existencia a partir de una conversación que escucha en una mesa contigua en donde él se encontraba departiendo un café con una alumna. El motivo de tal resignificación se lo despertó un acto que dotó de sentido su vida en pro de hacer un bien a la sociedad a partir de la muerte de otro, esto es, cometer un crimen perfecto. Hay muertes que lejos de doler y crear ausencia, dan vida y generan bienestar.  Es justo la premisa de la que se parte para justificar un asesinato. No pude evitar el recordar ese texto que me genera fascinación cada que lo leo, la novela de Philip Kerr "Investigaciones filosóficas" en donde el personaje es un asesino en serie y va justificando cada asesinato a partir del pensamiento filosófico de Wittgenstein, es tan quirúrjico y pulcro el discurso que uno termina dando la razón y aceptando esas muertes como algo necesario; lo mismo con el personaje del film, uno termina justificando y avalando ese asesinato. El planteamiento más que ético termina siendo ontológico pues va más allá de si es correcto o no y por ello es que viene a mi Hanna Arendt y su tesis de la banalización del mal. El mal es banal pues hay ocasiones en las que parece que el mal es lo correcto. Yo opino poco sobre lo que acaece en la realidad, hace tiempo decidí ya no emitir juicio sobre aquello de lo cual no puedo saber la verdad, pero pienso en la muerte de Fidel Castro, si bien, no ha sido un asesinato, nos pone ante la misma disyuntiva en cuanto a la banalidad del mal. Considero que para emitir un juicio justo se requiere sine qua non ser cubano y haber vivido en la isla comandada por Fidel de lo contrario, son meras opiniones sin un fundamento del todo válido y si, en este sentido me he vuelto dogmática pues veo diversas opiniones, esas de aquellos romanticistas comunistas que creen en la Revolución de redes sociales, idealistas que creen conocer una ideología sin haberla conocido de modo fáctico. También veo las opiniones de aquellos que celebran la muerte del Comandante pero más guiados por la satanización imperialista, la manipulación mediática. De un lado u otro son posturas débiles a mi parecer porque no cuentan con el fundamento de la existencia de haber vivido los tiempos de Fidel como un cubano y es algo tan complejo pues los mismos cubanos tienen sus ambivalencias al respecto. Lo único que queda es apelar a la historia (contada) y desde ahí lo único que puedo atreverme a decir es que en efecto ha muerto un dictador que logró grandes cambios en positivo pero también sacrificó la integridad humana, cometió infinidad de asesinatos y salvó vidas,  hizo valer la justicia para unos cuantos a costa de la injusticia a otros. Sin duda un personaje contradictorio, cuestionante su calidad humana quizá, mas no su ejercicio de poder desde su dictadura pues sería cuestionable si se hablara de un demócrata liberal pero no desde el sentido estricto de su postura. ( Y no significa que justifique sus actos, estoy siendo muy dogmática al respecto, demasiado apegada a la nomenclatura) Así las cosas, lo único que me queda es cuestionar si ¿La muerte de Fidel es de esas que generan más beneficio que ausencia? el tiempo responderá esto, mientras tanto, aquí seguiremos los "otros", los "no cubanos" opinando desde nuestras "cómodas" realidades capitalistas entre la pobreza extrema, la inseguridad in crescendo y la ignorancia funesta que se alimenta entre tanta información que nos hace sentir expertos en todo haciendo de nuestra existencia un habitar fútil.