domingo, 16 de diciembre de 2018

Los dolores que asemejan la furia de dios




Hay dolores que se asemejan a la furia de dios. En diversas ocasiones, escribí sobre ella, mi Merlina. Ese ser que llegó milagrosamente a mi vida, justo después de la muerte de mi Laura, mi madre; Merlina apareció y no pude dejar de sucumbir a su ternura y a lo mágico de su extraño y largo cuerpo. Recuerdo su primer noche conmigo, lloraba  y lloraba y al momento de cargarla le dije "¿Extrañas a tu mami cierto? yo también extraño muchísimo a la mía" y de repente sólo lamió mi cara y guardó silencio. Desde entonces supe que ella me comprendía y lo hizo por el resto de su vida.
Merlina siempre estuvo a mi lado, pasó los momentos más felices pero sobre todo, los más difíciles de mi vida, es la única que realmente sabía mis secretos, mis muchos momentos de placer que como buena cómplice siempre los acreditaba y los guardó en secreto, siempre estuvo en mis momentos de llanto, me acompañó en cada una de las pérdidas que he tenido, mi divorcio, mi mudanza a Playa, mi pérdida de Yv a ambas nos costó mucho encontrar dónde vivir y ambas tuvimos miedo, sin embargo, siempre estaba consolándome y demostrándome que no estaba sola que hiciera lo que hiciera ella me amaba y me acompañaba. Después estuvo conmigo en mi segunda separación, dolió tanto a ambas pues ella dejó de ver a Sócrates su compañero canino y yo a C y sé que a ambas nos dolió y nos costó mucho trabajo comprender ese momento pero ella hizo de nuestro nuevo espacio algo emocionante y feliz, pues realmente le gustaba habitarlo. Mi Merlina no necesitaba la palabra para decirme tantas cosas que si me dijo.
Me acompañó en mis múltiples desvelos, mis enfermedades "solitarias" porque aunque no podía auxiliarme me acompañaba por ese vaso de agua, por el medicamento que necesitaba, se recostaba siempre a mi lado y silenciosa aguardaba mi recuperación. Siempre atenta a mis movimientos, pero principalmente a mis emociones, sólo ella sabe la cantidad de lágrimas que he vertido en mi vida y siempre estuvo ahí para lamerlas si era preciso. Estuvo conmigo en la pérdida de Arturo y Emma mis abuelos amados, siempre dispuesta a consolarme, en la muerte de mi amada Isabel tan reciente aún y Merlina siempre supo qué hacer, sigilosa, cautelosa, sin demandar nada, adaptándose a mis depresiones constantes, y a mis muchas pérdidas de relaciones, soportando mis humores, comprendiendo mis dolores existenciales. Respetando mis momentos de inspiración, mis borracheras solitarias, siempre cuidándome, yendo detrás mío. Mi merlina es la única que supo todo lo que he tenido que vivir. Cuando decidí regresar a la Ciudad de México, ella hizo lo posible por adaptarse, soportó el frío, se enfermó, la tuvieron que operar y aún así, en su convalecencia no dejó de demostrarme amor y agradecimiento por todo jalando con todo y su dolor su cobijita con tal de estar a mi lado. En ese momento supe con toda certeza que nadie me amará como ella lo ha hecho, me sentí tan indigna para ella, pues en verdad hubiese querido ser la mitad de lo que ella pensaba que yo era. 
Hoy me duelo profundamente por su pérdida, ahora no hay quien me consuele, quien me lama las lágrimas, no hay quien consuele del modo que sólo ella sabía hacer. Sin duda algo muy profundo se ha quebrado en mi ser, le proyecté quizá todo mi deseo materno pero creo que lo que más duele es el hecho de saber que nunca más alguien conocerá mi historia completa sin interpretación ni juicio y que nadie más sabrá amarme como ella lo hizo. 
Espero haber estado a su altura y haber aprendido un poco de su sabiduría y ojalá algún día en verdad yo aprenda a amar un poco más como ella me amó. Hoy me duelo inconsolablemente, el tiempo ayudará.
Desearía creer en el cielo, adiós mi amada Merlina y gracias por haberme acompañado tantos años, te dedico esta pieza hermosa porque eso eras tú, un hermoso ser y aunque de repente siento que es absurdo escribirte sé que de corazón a corazón esto te llegará.