jueves, 4 de abril de 2019

La vida y el poeta

El silencio acaece en estas extrañadas madrugadas en las que suelo encontrarme conmigo misma, donde sólo dialogo con mi mente.
Hoy escucho mi voz, tan calma, tan sigilosa y tan apacible
cansada de todo y agotada de nada
el mundo  está desolado al igual que mi alma.
Mis letras no llenan ningún vacío, mis pensamientos van y vienen como en aquellas horas de impaciencia, recuerdo las pérdidas de mi vida y hoy sumo una más.
Hay quienes suelen llamarlos de otras formas pero ¿qué importa el nombre?
Hoy tan sólo quieta observo mi sentir,
dejo que fluya
va y viene al ritmo de mi sangre.
El corazón late de modo automático,
la naturaleza a veces es perversa,
si nos hubiese dotado de la voluntad necesaria para controlar ese órgano latiente,
hoy decidiría parar.
Pero no para, sigue y sigue al ritmo de la música, pues reconoce que es mi esencia,
hoy soy notas
hoy soy baile
hoy soy yo.
Voy recogiendo cada parte de mi misma y cual rompecabezas, voy armándome de nuevo
 un consejo para mi misma: "No dejes ya que nadie más, intente componer la armonía de tus partes".
Soy un rompecabezas filosófico y como tal, sólo hay alguien que sabe cómo armarlo y esa soy yo.
Ya no más, nadie más.
El mundo es solitario justo como yo
y Panero, mi Leopoldo Panero viene a la mente y le lloro porque sé que en algún lugar del espacio, sólo él y yo nos hubiésemos comprendido y quizás hasta amado.
Hoy decido llorar al poeta muerto. Las lágrimas a los muertos, son bien recompensadas.
Lloro porque hoy celebro una muerte ficticia, la muerte de mi misma en una utopía, la muerte de un anhelo, la muerte de un sueño, la muerte de lo que jamás hubo de realizarse.