Entre sueños voy navegando como quien espera una sonrisa insospechada de aquel que está pero no quiere estar.
Es curioso como la gente se proyecta con los otros, es como si se encontraran un monstruo y cuando pasas te lo echan encima para evitar que los espante a ellos. Así me he sentido de repente, que voy caminando y alguien me avienta su miedito y quiere que lidie con él. Debo confesar que me siento lo suficientemente armada con mis herramientas como para distinguir precisamente este tipo de circunstancias por lo cual, hasta flojerita me dan.
No hace mucho que hicieron el segundo intento de que yo me cargara un monstrito (el diminutivo es por cuestión fonética solamente, pues del tamaño no tengo idea) pero la verdad es que gusto me da que de plano no lo he aceptado. Es verdad que uno conforme va aprendiendo de la vida uno se convierte en más fuerte y quizá hasta insensible puesto que muy sin cuidado me tiene ya lo que los otros cargan, cada quien con su trauma -digo yo-.
Alguien hace tiempo me decía que con las experiencias de la vida, el corazón se endurece, no creo que sea eso pues de lo contrario viviríamos menos dado que un corazón duro no puede de ningún modo vivir mucho. Pienso que mas bien la situación es que uno aprende a proteger al corazón pues tampoco puede soportar muchos golpes este órgano vital.
No considero que mi corazón este muy golpeado pero si creo que lo suficiente para ya haber aprendido a decir "no más", "no aquí" y demás negaciones que lejos de serlas resultan más afirmaciones de mi misma.
En fin, dejo a cada quien con sus miedos que yo tengo los míos y nada tienen que ver con cuestiones de lo que la gente ha llamado "amor"; mis miedos van hacia otro rumbo. El amor de pareja no me ocupa por el momento, me ocupa la trascedencia del ser pues para eso es que me hago llamar "profesional de la filosofía" lo banal se convierte en lo más esencial cuando se menta en repetidas situaciones.
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