martes, 11 de noviembre de 2014

Acerca de hacer el amor con los textos.



"Casi no hablaba: pronunciaba las palabras indispensables sin una más que se derramara de una sonrisa difícil. Al principio cualquiera hubiera pensado que estaba de mal humor o que cruzaba algunas horas de tristeza. Con el tiempo se fue haciendo inevitable captar que "Emma" se había ido a un viaje sin regreso, muy dentro de ella misma y que su alteración era una de esas heridas que ya no cicatrizan". 

El gran escritor Alberto Ruy me describió tal cual en ese párrafo de su bellísima obra. Recuerdo bien cuando leí ese texto "Los nombres del aire" recuerdo perfecto que más que leer al gran escritor, buscaba el sexo del texto. Sí, los textos tienen un sexo, en gramática incluso; hablan de géneros masculino y femenino sin embargo hablar del sexo del texto, es hablar de la esencia de la palabra, de la vida que adquiere la palabra al ser escrita con cierta intencionalidad.

Escribir puede ser sublime pero leer aún más. ¿Cómo descubrir el sexo de un texto? fácil, haciendo el amor con él, cada párrafo es como un susurro que estremece y te lleva a una serie de sensaciones que se instalan en el estómago. Emociones que te excitan al grado de desear más y más letras. Un libro nunca es suficiente porque en cada texto hay signos de puntuación entrelazados los cuales, van marcando el sentido del texto. Hacer el amor con un texto, implica que se sabe acariciar cada letra, se sabe respetar cada coma y cada punto pues de lo contrario, podemos parecer obscenos y nada hay peor que la obscenidad con un texto.
¿Es importante el contenido de un texto? obviamente que si, un texto no puede ser superfluo para ser digno de amarse, todo texto que desee ser amado, deberá convocar a la profundidad del ser, deberá describir la condición humana de tal modo que te lleve a lo más auténtico del ser. Un buen texto es una obra de arte y como decía mi amado Oscar Wilde, ningún arte es para criticarse pero si (y esto lo digo yo) para amarse.
He decidido sólo hacer el amor con puros textos, porque ellos lo único viral que pueden transmitir es el conocimiento. Amo cuando cada caricia que surge de algún párrafo, se convierte en idea y por tanto en un pensamiento.
Hacer el amor con los textos, es abrirse hacia la creación de un pensamiento. Es ese el fruto que resurge de la relación erótica con las palabras, puesto que no hay más compromiso en la vida; que la crianza del libro escrito por uno mismo. 
No hay más y mejor sabiduría que la que te otorga el orgasmo del conocimiento.



1 comentario:

Unknown dijo...

Me encanta.
Me encanta cuando el ejercicio intelectual se erotiza y cuando el cuerpo solo acompaña a la mente en su desenfreno orgasmico. Porque ahí no hay límites ni condiciones, la mente lo ensueña, lo diviniza.