Mucho
se ha hablado en los tratados científicos y filosóficos acerca de las
emociones, algunos incluso han tratado de explicarlas desde la psicología.
Todos estos textos se han referido a ellas, a las emociones; como si se tratasen
de entes independientes que se van interconectando unos con otros tratando de
hacer caótica la existencia humana. Me
imagino una especie de personajes literarios que están en una emocionante lucha
en el cerebro humano, entre pasiones, rencores y grandes amores están fluyendo
las ideas concebidas y una que otra preconcebida.
Si
bien, nadie ha hablado de las emociones desde su propia anatomía y es que en
uno de mis mágicos viajes al pasado, conocí al gran alquimista Erasmo de Cusa y
me explicaba algo sumamente develador. Me explicaba como cada emoción tenía su
propia anatomía y que este era un conocimiento tan sutil que muy pocos lo iban
a poder percibir en la historia humana.
Me explico ahora mejor: cada emoción tiene su propio espacio en el vacío
su propio tiempo y de ahí que las emociones tengan tanta preponderancia en la
existencia humana. Si, nos han querido engañar haciéndonos creer que las
emociones son sensaciones que controlamos y entonces somos capaces de
modificar. Pues no, en realidad son seres diminutos que se pasean por nuestra
masa encefálica y van jugando con nuestros neurotrasmisores algunos se inclinan más por empaparse de
dopamina otros cuidan de la serotonina y es muy interesante porque cuando una
emoción como la tristeza se hace presente la serotonina se ve en peligro de
extinción y por ejemplo cuando una emoción como la alegría se hace presente
entonces la dopamina comienza a segregarse en grandes cantidades.
Es
curioso esto de las emociones y su propia corporeidad. Recuerdo hace muchos
años leí un texto que se titulaba “el cerebro averiado” vaya texto, después de
lo leído me sentí averiada totalmente de mi cerebro sin embargo, explicaba en
un capítulo algo así como la importancia de las emociones con respecto a la
salud mental. Si bien, es un tema para psiquiatras a mi me parece apasionante
como filósofa y es que Jaspers fue mi mentor para eso de la pasión por la
cuestión mental en concreto por la patología.
En una ocasión, estando yo en Alemania por ahí del 1926 conocí al gran
doctor Jaspers justo estaba escribiendo su gran obra de Psicopatología General
de la cual yo hice un análisis hermenéutico por ahí del 2005 como verán paso un
poco de tiempo para que yo pudiese comprender su obra (y sigo sin comprenderla
realmente) pero bueno, volviendo a mi 1926 en mi encuentro con Jaspers,
recuerdo que tuvimos una conversación que también trataba de las emociones y él
me explicaba que en efecto eran una especie de corrientes eléctricas que
activaban los neurotransmisores y por tanto toda aquella connotación de
espiritualidad que se le daban a las emociones resultaba falaz, mero
romanticismo de quinta. Comprenderán que me era mucho más emocionante
imaginarme toda una historia bélica en mi cerebro con personajes tan profundos
como doña melancolía o fuerte como el demonio de la ira, ni qué decir del gran
dios del amor y su antagónico el odio. Uff decidí agradecerle a Jaspers pero me
retiré de su existencialismo. En definitiva para esto de los estudios
anatómicos de las emociones no hay como los renacentistas, tan sólo basta observar
sus obras de arte, es claro que pintaban
o esculpían a las emociones con todo y su corporeidad. En fin, no quiero alargar más esto sólo
quería recordarme la importancia de tener conciencia de la anatomía de las
emociones porque creo que muy pocos seres humanos lo saben y es justo la causa
por la que no comprenden muchas veces lo que les esta pasando y es que si
comprendemos que las emociones son entes aislados a nuestra voluntad y que no
es correcto pretender controlarlas porque de lo contrario nos sometemos a un
estado bélico constante con nuestro interior. De ahí que si le dotamos de su
propia existencia a las emociones y respetamos su propio ser , entonces
sabremos comprenderlas y aceptarlas
ergo, sabremos convivir con ellas pues entenderemos que como cada ser en
nuestra existencia, simplemente es pasajero. Hoy se que tengo una emoción y
(valga la redundancia) muy emocionante y se que tiene cuerpo y nombre. Me hace
feliz sentir tal emoción porque se ha instalado en mi y va jugando con cada uno
de mis neurotransmisores, es genial saberle. Esa emoción se llama E y me gusta
mucho sentirla.
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