viernes, 20 de febrero de 2015

Tumbando el racionalismo.



“Cogito ergo sum” dijo Decart pero hoy le ofrezco una disculpa a mi adorado racionalista porque creo que muy a mi pesar es “siento luego existo” pues en efecto, he ido descubriendo como el acto de tener sensaciones es lo que verdaderamente corrobora y hacen patente cualquier existencia. Si bien es cierto que, incluso los más brillantes pensamientos nos hacen tener ciertas sensaciones que son justo la reiteración de que es un pensamiento brillante, algo así como el ¡Eureka! De los griegos.
Siento luego existo, si, sin duda porque cuando más experimentamos el límite de las sensaciones es justo cuando decimos “estoy vivo”. El acto que nos lleva a sentir un orgasmo es justo el renacimiento de nuestro ser. Sentir el espasmo evoca la primera respiración cuando llegamos al mundo y es que basta ir sumando cada sensación con cada instante del acto sexual para poder gestar nuestro próximo renacimiento.
Tan sólo recuerden esos instantes…
Cuando empiezo a sentir recorrer su lengua por mi espalda va despertando el escalofrío de cada poro, sentir sus palmas recorrer mi geografía corporal remueve ciertos impulsos eléctricos que no son mas que la constatación del impulso de vida. Cuando dialogo en silencio con su lengua y mi lengua, se evoca el inicio de todo pues “nada hay donde falta la palabra” decía el gran poeta Hölderlin y es que en efecto de ese diálogo surge la palabra auténtica, el verbo diría San Pablo.  De ahí que mi razón deviene en emoción pues no hay razón que no remita a una sensación y no hay sensación que surja de lo inerte. Amo el sexo, lo adoro, lo sublimo, lo idealizo porque es justo el placer sexual lo que nos hace sentir la existencia a flor de piel.


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