Camino entre las calles de mi cuerpo con la memoria impregnada de lo que supongo sería tu mano. Todo de pronto se mengua entre mis ideas y resurgen los sentidos y sensaciones que me hacen brotar la pasión de ti.
Te deseo con caricias interminables, con humedad que se desborda por la cascada del misterio. Mis montes adquieren fronteras infranqueables, te guardan luto por tu ausencia. Y desean ser escalados por la suavidad de tu lengua. La geografía de mi ser simplemente se desliza ante el susurro del viento, grita tu nombre en silencio y mi mano se convierte en la tuya. Me tomas, me deslizas poco a poco tu índice por todas mis calles. Llegando a mi misterio, lo introduces causando un temblor masivo por todas las terminales nerviosas. Mi cerebro se contrae y me hace perder todo concepto, me resguardo en los recuerdos de tu aliento y me concentro en la respiración agitada, en el sudor de mi cuerpo que no para; y en el espasmo que añora tu presencia.
Sacas el índice, lo recorres por mis calles poco a poco para llegar a mis labios, me pruebas en mi y me pierdo en el misterio de tu mirada imaginada, de tu presencia ficticia... duermo.