Hace tiempo ya que no sentía tal impulso, el impulso de venir aquí y empezar a tocar letras como quien toca a su ser amado. Y es que me desvanezco entre las ideas que van y vienen en mi mente tratando de decirme algo sin embargo, encuentro que no hay nada concreto qué comprender, tan sólo se trata de vivir y sentir.
Mi conciencia ha venido de nuevo a susurrarme al oído la verdad que descubrí hace un par de años y que parece que se había metido entre memorias e ideas amontonadas. Hace poco me decía un amigo dedicado a la fenomenología, que le parecía que tenía mucha personalidad. Al principio, me incomodé como suelo hacerlo cuando me halagan y no es que no me gusten que lo hagan sino que hay algo interno que se mueve y me hace sentir una especie de sensación que no controlo del todo. Sin embargo, ya que medite el comentario tan sólo unos segundos, me pareció que se trataba del resultado de toda una labor de años por estarme construyendo y no ha sido una labor fácil. Ya que la construcción de si mismo se lleva años en tiempo pero demasiadas vivencias acumuladas y asimiladas. Muchos momentos de dolor y muchos de alegría. Y también muchos maestros en el mundo de la vida.
Hoy recordé que en efecto, hace tiempo que vengo habitando este mundo, con una gran impulso hasta en la hora más indiferente e insignificante de describir el mundo, como si fuese la primer mujer que lo habita, que lo siente, que lo vive y que lo ama. De ahí que nunca intento escribir poemas de amor pues éstos, son formas ya habituales y corrientes y demasiado difíciles. Se requiere mucha madurez para dar algo propio en donde ya hay grandes cantidades de buenos y brillantes textos.
Prefiero mis motivos generados por mi propia vida. Describo mis tristezas, mis anhelos, mis pensamientos fugaces y mi fe en algún tipo de belleza que descubra en el día. Describirlo con una muy callada y humilde sinceridad, con las imágenes de mis sueños y los temas de mis recuerdos. Haciendo entonces de mi vida cotidiana un verdadero poema. Un poema infestado de todos los rumores del mundo. Acudiendo de vez en cuando a mi niñez, esa riqueza preciosa en donde guardo mis recuerdos atesorados y de donde surgen las sensaciones únicas de un vasto pasado.
Es justo de este modo, como se ha ido conformando mi personalidad, ampliándose de este modo, mi gran soledad, mi vuelta hacia mi misma. Inmersa en mi mundo propio y más íntimo que es en donde se gestan los versos de mi existencia. No importa si son buenos o malos pues son mi más querida y natural propiedad, son los fragmentos y la voz de mi propia vida.
Nada mejor que adentrarse a uno mismo, explorar las profundidades de donde brota mi vida. Ese manantial en donde se encuentran todas las respuestas a mis propias preguntas. Cargando de este modo mi propio destino, llevando su peso y su grandeza sin preguntarme nunca por el resultado final. Pues nada nos viene de fuera, somos creadores de nuestro propio mundo y parte de la naturaleza a la que nos hemos incorporado.