viernes, 1 de mayo de 2009

Sobre la muerte en vida


Acabo de leer un frase que dice "No quería escribir porque después de la muerte de alguien no quedan ganas de escribir". Esta frase me hizo recordar el hecho de que hace unos días saque de una caja un libro que contiene hojas en blancas y algunas escritas por mi. Ese libro era como una especie de diario en el cual yo depositaba mis pensamientos e ideas. Sobre todo, cuando pase por el proceso de la enfermedad de mi madre, una leucemia que jugó con mis emociones e ilusiones al grado de hacerme perder la fe no sólo en dios sino en todo lo bueno que pudiese acontecer en la vida. 
Al abrir mi diario, me di cuenta de que en el proceso de enfermedad escribí bastante, todo con el mismo tono de angustia y dolor, textos con una profundidad inigualable que de ningún modo haría público dado que sería dar lo más profundo e íntimo de mi. Sin embargo pasó; mi madre murió en aquél entonces y al ver las fechas entre texto y texto me sorprendió que lo que pasó en tiempo fue un año para que yo volviese a escribir algo. 
Si, es cierto, después de la muerte no quedan ganas de escribir nada. Ahora me ha sido menos difícil pero también me ha costado mucho el poder pronunciar palabra.  Nadie ha muerto en sentido literal sin embargo, mi alma lo ha hecho en gran parte. 
Hace unos días preguntaba aun amigo que de algún modo ha vivido algo similar, que si era normal el separarse de alguien  y que doliera tanto. Me preguntó ¿pues cómo te sientes? mi respuesta fue "como si hubiese muerto alguien; es mas, como si hubiese muerto yo aunque es absurdo porque nadie siente su propia muerte" él respondió que quizá así era, que yo estaba muriendo para renacer. 
Pienso que muy seguro tenga razón pero mientras este estado de renacimiento llega de verdad sufro, me duelo y me lloro en mi propia muerte. 
Murió Laura, murió su sueño, murió su proyecto compartido, murió la promesa de amor que hizo y que le hicieron, murió la añoranza del hijo, murió la compañía incondicional, murió el sentido de pertenencia, murió la confianza, murió la fe ciega en el otro, murió mi voz, murió mi entrega, me he muerto. 
Y como sabiamente dijo Wittgenstein: " De lo que no se puede hablar, mejor hay que callar" . Aún no puedo hablar...

2 comentarios:

Esponjita dijo...

Con su post me han quedado claras algunas cosas de mi propia vida. Algo así me pasó: el palmo de narices que me dio la Fortuna me dejó estática a uno durante muchos años (y a mi me pasó que la vida siguió rodando sin mí... pero creo que a mí esas cosas me pasan porque soy un poco lerda... en fin)...

como sea... se murieron los proyectos, la confianza en una buena parte de la humanidad, el plan de vida de los próximos 15 años... pero afortunadamente Laura no se murió, nomás necesita unos minutos para levantarse de la lona.
(y, como sea, nosotras tenemos el poder de tener hijos cuando nos venga en gana: no tenemos que pedirle permiso a nadie)...

muchos abrazos:
una esponja que escribe desde la lona (por eso escribe tanto)

Emma Laura dijo...

Gracias por acompañarme y hacerme sentir comprendida.

Un abrazo muy fuerte esponjita y nunca dejes de escribir ni un segundo porque tus palabras me hacen sentir que la vida es bella.