domingo, 14 de diciembre de 2008

Acerca de lo escrito y algo más


El grandioso Oscar Wilde dijo "No hay libros morales o inmorales. Los libros o están bien escritos o mal escritos. Eso es todo".
¿Será? y es que cuando uno intenta decir algo por medio de la palabra escrita, simplemente gana el deseo de ir mas allá de lo bien escrito o mal escrito; se busca que la palabra de uno resuene en la voz acallada del otro, se plasme no en la hoja sino en la memoria de aquél que la leerá.
Escribir es para mi, cosa compleja; de hecho, considero hacerlo de mal modo. Lo mío, lo escrito, es algo mal escrito dentro del parámetro de lo bien escrito. Me pregunto cada que tomo un libro y lo abro para comenzarlo ¿qué pasó en el autor para que salieran tantas letras tan bien escritas?¿de dónde surge lo escrito; lo bien escrito? ¿es acaso un texto bien escrito una obra de arte? la palabra, la letra, el signo y los símbolos; todos estos conceptos llenos de un contexto gramatical explicable, me suenan tan ajenos el día de hoy, tanto como si nunca los hubiese comprendido. Es como una especie de melodía nueva que se está apunto de escuchar y no hay interpretación alguna sino tan sólo la escucha y el gusto por la melodía. Es así como veo hoy la escritura, como lo no leído, lo no escrito y lo que no conozco.
Tengo un gran respeto por todo lo que implica la letra hoy. Y es que quiero aprender a vivir fuera del diccionario, quiero aprender a descubrir nuevas palabras que no suenen a lo dicho, a lo nunca hablado y mucho menos, a lo alguna vez escrito. No quiero seguir caminando por el mismo estilo, detenerme en cada punto sólo porque así lo dicta la gramática, pausar en las comas y respirar así nada más. Quisiera innovar la palabra, de tal modo que lo surgido se quede en algún recoveco bien metido de mi cerebro. Quiero descubrir los nuevos signos que nunca han sido utilizados, quizá un asterisco que señale lo que esta por ser hechizado, un paréntesis doble para indicar la importancia del absurdo de lo escrito; una carita feliz sólo para recordar al lector que lo leído puede ser mágico si se lo propone. En fin, habría que inventar un nuevo código de símbolos y estilos con su propia regla gramatical. Así y sólo así, entendería por fin la grandeza de lo que yo he escrito y no sólo admiraría lo de los demás. Y es que me pasa que cuando me leo a mi misma, me descubro tan metida en las páginas del diccionario que  sólo me han convertido en sabedora de palabras pero no vividora de experiencias.
Amo la vida desarraigada de todo lo dicho, ojalá pronto la viva de ese modo.

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