domingo, 21 de diciembre de 2008

Inicio de una despedida


Las despedidas que duelen cuestan trabajo. Lo mejor es hacerlas de un jalón y ya "adiós, nunca más" sin embargo, hay dolores tan entrañables que se torna complicado decir ese adiós. Lo triste, lo más triste, es cuando es un adiós necesario. ¿Cuánto daño se puede hacer a quien se ama? ¿cuánto daño te hace el que te ama? lamentablemente, las relaciones humanas es de lo más complejo que existe de ahí que prefiera siempre relacionarme con los libros y uno que otro músico que acompañe mis lecturas.
Este es el inicio de una despedida porque decirle adiós a A. me resulta doloroso, un esposo pesa emocionalmente y no porque tenga ese título (mobiliario) sino porque fue mi compañero de alma, de sueños y de momentos que planeaban futuros que hoy son tan sólo ideas vagas que suenan tan falaces como decir que los conejos son azules. Hoy es más sencillo descubrir un conejo azul que vivir lo que se pensó en su momento. Justo hoy es mi aniversario civil y sin duda, duele recordar; pensar en el pasado como lo que quizá no debió acontecer no es muy sano para mi.
Me gusta pensar que fue lo mejor de lo mejor en su momento y lo creo, tanto que lo he asumido pero lo doloroso radica en el presente, un presente con un A. que no comprendo, que desconozco y que me demuestra sólo odio y que apenas es el inicio de ese odio que no comprendo. Es muy frustrante tratar de hacer lo mejor y nunca lograr la aceptación del otro.
Me rindo, digo adiós después de seis meses de separación, digo adiós como inicio de un adiós definitivo, como inicio a ese momento inevitable de decir "ya nunca más"... duele. (Lloro)

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