Estaba sentada en medio del bosque, ese que fascina a Hada Cosquillas. De pronto un gran roble cobró vida animada, se movió desde sus raíces, haciendo la función de pies y se acercó. Yo, como siempre, sólo pensaba y recolectaba de esas hojitas que sueltan los árboles y van tomando tonalidades especiales, tonalidades de tiempo. Las recogía para acrecentar mi colección. Entonces el señor Roble me preguntó que qué tanto hacía, le explique con detalles excelentes sobre mi colección y además le platique acerca de mis otras colecciones, la de dragoncitos, la de elfos y la más especial de todas, la de brujitas. Le conté sobre los porqués de cada colección y el sentido que tienen para mi.
El gran roble de modo humilde confesó no tener ninguna colección sin embargo, comenzó a compartirme una infinidad de experiencias que como todo árbol que ya ha estado en este mundo por mucho tiempo, contó experiencias de árbol sabio. Entonces, el gran roble contó y contó tantas y tantas bellas experiencias que me pareció magnífica su colección pues ésta consiste en recuerdos.
Sin duda alguna, hoy puedo decir que conozco a un gran roble coleccionista de recuerdos el cual aguarda en medio de ese gran bosque en donde Hada cosquillas gusta de sentarse a pensar pero principalmente, gusta de respirar los mágicos olores de la melancolía y sentir la brisa del recuerdo que ahora comparte con el gran roble.